Análisis | Las sombras, objeto de deseo en Alicante

La política del gobierno de Barcala de arrancar árboles maduros indiscriminadamente contrasta con esos ayuntamientos que, de la mano de expertos, trabajan en buscar soluciones para fomentar un mayor confort climático a sus vecinos ante el aumento de las temperaturas

Una máquina trabaja en eje Jijona-Maestro Alonso, donde se van a arrancar más de 160 árboles

Una máquina trabaja en eje Jijona-Maestro Alonso, donde se van a arrancar más de 160 árboles / Rafa Arjones

C. Pascual

C. Pascual

Mientras hay capitales en las que sus dirigentes, siguiendo consejos de expertos tras años de estudio, se estrujan la cabeza en busca de soluciones que ofrezcan mayor confort a sus vecinos ante el indiscutible aumento de las temperaturas como efecto del cambio climático hay otras, como Alicante, y eso que es la ciudad europea más soleada, en las que se retiran indiscriminadamente árboles de los que ya dan sombra, ese objeto de deseo cada vez mayor, para poner a jóvenes ejemplares que por ahora no provocan más que compasión con esos troncos endebles que deben ser tutorizados y unas copas por las que penetran sin oposición los rayos del sol. 

Esto es así por muchos giros de guion, más o menos dramáticos, que intente provocar el gobierno municipal liderado por Luis Barcala tras palpar un malestar social más que evidente. Así que anunciar «corredores verdes» en avenidas, como el eje Jijona-Maestro Alonso en el que se van a retirar más de 160 ejemplares vivos, no es más que un intento casi a la desesperada de querer recuperar un relato político perdido en cuestiones ambientales. Difícil misión, sobre todo, cuando los vecinos ven que las máquinas entran en sus calles y se llevan por delante los árboles que les han cobijado sin distinción alguna. Y ya ni se disimula, como denuncian: ni se podan las ramas antes de arrancarlos para que resulte más creíble su posterior traslado a viveros municipales en busca de una segunda vida. 

En estos tiempos, cuando el gobierno municipal anuncia un nuevo proyecto urbanístico, los árboles ya se echan a temblar. Normal. Y es que, escuchando al alcalde esta semana, en ese todo vale en el que está embarcada la política, parece ser que los árboles, pese a ser seres vivos (hasta que entran las palas y pasan a ser leña para barbacoas o chimeneas), también se incluyen dentro del mobiliario urbano. Y no. Ni una melia ni un platanero ni un jabonero de la China, ni incluso las controvertidas jacarandas pueden equipararse a elementos de la vía pública como papeleras, bancos o farolas. Los árboles no son números, ni fichas de una partida de cartas (donde compensas las que entran en una mano por las que salen en la siguiente), son vidas hasta que se asestan ciertas políticas. 

Y eso que parecía, no hace tanto, que el ejecutivo liderado por Barcala tenía sensibilidad con su repetido interés por acabar con los cientos y cientos de alcorques vacíos. El alcalde, azada en mano, de hecho, llegó a plantar un ejemplar en unos de esos espacios muertos. Ese trabajo, aún inconcluso, se empieza a notar en la ciudad. Sin embargo, esa buena práctica topó con la realidad en cuanto las máquinas accedieron en la avenida de la Constitución, pese a que el proyecto impulsado también iba en la dirección que parece la correcta: la de peatonalizar. Y aunque Barcala defendió que las melias se quitaron ante las quejas vecinales por los frutos que desprendían y para así, además, poder disfrutar de las fachadas al pasear por la zona, la explicación de puertas adentro es otra.

Y es que, según se cuenta en los despachos municipales, los trabajos previos a las obras de reurbanización de la avenida se llevaron por delante las raíces de la mayoría de los ejemplares, lo que condicionaba su supervivencia. Esa actitud negligente de los operarios no debió contar con el control de los técnicos de las concejalías afectadas, que visto lo visto no pusieron límites a los trabajos. Vía expedita. Y que las melias tienen difícil asentarse en su nueva ubicación, en un extremo del parque Sergio Melgares en Playa de San Juan, es la conclusión de todo aquel alicantino que se acerca a visitarlas. Encontrar un atisbo de vida en esas estructuras roza el espejismo, y eso que ya llevan cinco meses desde su más que polémico cambio de emplazamiento. 

Un ejemplar recién arrancado en el eje Jijona-Maestro Alonso

Un ejemplar recién arrancado en el eje Jijona-Maestro Alonso / RAFA ARJONES

Pero arrancar árboles frondosos, de los que contienen las temperaturas, en la avenida de la Constitución no sirvió como lección a quien no quiere aprender. Barcala sabe que la política de tierra quemada con el arbolado, pese al evidente malestar ciudadano por la supresión caprichosa de las cada vez más necesarias sombras, no tiene repercusión en aquello que le importa: en las urnas. En el Ayuntamiento asumen, aunque en campaña se muestren dudas, que Alicante vota en clave nacional, con una evidente independencia casi total de las políticas ejecutadas a nivel municipal.  

Pedigrí arbóreo

Así que si se arrampló con unos árboles simbólicos en una avenida con historia, no extraña que en un eje radial, como el que conecta la Plaza de Toros con el hospital, se repita la misma política. Algo similar pasará, con una curiosa particularidad, en el paseo de Marvá a Gadea. Ahí habrá una veintena de árboles que, sobre el papel, resistirán. Y todo porque, según el gobierno, esos ejemplares tienen «interés patrimonial, social y medioambiental». Son los elegidos, unas plantas con porte y pedigrí en un mar de ejemplares callejeros. Una anécdota vista con perspectiva. 

Así, esa etiqueta del alcalde de la «marcha atrás», por ese vértigo que siempre genera la exposición a las urnas, empieza a ser pasado. Ahora los hechos desprenden otra actitud. Para muestra, las obras del frente litoral. Ahí, por una decisión estrictamente electoralista, se optó por concentrar los trabajos en verano. La medida se criticó desde el sector turístico, siempre tan mimado por el gobierno de Barcala, pero no hubo rectificación. Se siguió adelante pese a las consecuencias que iba a provocar tanto en el tráfico como en la economía de un sector primordial en el PIB de Alicante. Daba igual.

Los atascos siguen desesperando, por más que el gobierno hable de fluidez en el tráfico. Y los efectos económicos son una realidad para muchos, aunque tras los reproches iniciales y la posterior reprimenda pública del gobierno por airear pérdidas con porcentajes concretos, el sector haya decidido replegar velas, lo que ha generado un fuerte malestar en asociados a los que no les basta la promesa, sin concreción, de ampliar los bonos para el comercio y la hostelería. A otros, sí. En Alcaldía se cerró la semana despachando el asunto, y eso que parecía de difícil solución ante la beligerancia inicial del sector. Al final, pese a las expectativas, se impuso la calma. Más tensión acabó provocando en la planta noble el reparto de despachos entre componentes en el gobierno de Barcala.