Entrevista | Laura García Andreu Directora de la cinta Domingo Domingo

«El sistema de patentes y los intermediarios están acabando con el modo de vida del agricultor»

El último trabajo de Laura García Andreu, producido por el ilicitano Pepe Andreu y Rafa Molés (SuicaFilms), además de una productora lituana (Studio Nominum), ha hecho parada en los Cines Odeón de Elche tras recorrer festivales de todo el mundo. La cineasta reivindica a las familias que viven de la naranja. 

La cineasta Laura García Andreu en los Cines Odeón de Elche momentos antes de la proyección.  | ÁXEL ÁLVAREZ

La cineasta Laura García Andreu en los Cines Odeón de Elche momentos antes de la proyección. | ÁXEL ÁLVAREZ / Áxel Álvarez

J. R. Esquinas

J. R. Esquinas

¿Domingo Domingo también es una forma de rendir tributo a quienes trabajan de sol a sol sin importar el día?

Le pusimos el título porque es el nombre y apellido del protagonista y me gusta esa lectura de trabajar de domingo a domingo. Me venia muy bien porque tiene un carácter muy carismático y parece como si sus padres le hubieran puesto el mismo nombre porque sabían que iba a ser así, muy enérgico, no hace las cosas de cualquier forma. Es muy memorable y divertido el tono del documental aunque evidentemente tiene muchos tintes dramáticos porque lo que está pasando en la agricultura es dramático.

¿Qué le llevó a dirigir un documental sobre el efecto de las multinacionales en la agricultura?

Creo que todos los proyectos ya sean documental o ficción siempre parten de algo que nos mueve a las personas que queremos escribir historias, que te conecta con algo tuyo que es inconsciente y mi abuelo era agricultor y siempre tuve la sensación de que no se le valoraba lo suficiente. Tengo la nostalgia de estar en el huerto con él y cuando conocí a Domingo resonaron muchas cosas de mi infancia con ese carácter de agricultor valenciano, esa cosa de estar siempre mirando al cielo a ver si graniza, a ver si tienen plagas y sufriendo siempre, pero por otro lado tienen una capacidad de superar las dificultades y enfrentarse ala vida con mucha ironía y cierto hedonismo de «bueno, nos está yendo mal pero vamos a salir adelante y no pasa nada, estamos vivos y vamos a disfrutar».

¿Puede ser reflejo este trabajo para otros agricultores en otras zonas como Elche donde también se sienten asfixiados?

Habría para hacer muchísimas películas que se centren en otros productos pero creo que es absolutamente extrapolable a lo que pasa en el Camp d’Elx y en las comarcas del sur en el contexto actual. Mucha gente en la presentación se sentía absolutamente identificada más allá de que no fueran naranjas. Domingo no se creía que fuera protagonista, ponerlos en una pantalla grande es como si se sintieran más dignificados aunque no necesitan que venga nadie a dignificarlos, pero les pone en otra dimensión.

La cineasta Laura García Andreu momentos previos a la proyección del documental Domingo Domingo en los Cines Odeón de Elche

La cineasta Laura García Andreu momentos previos a la proyección del documental Domingo Domingo en los Cines Odeón de Elche / Áxel Álvarez

¿Qué impacto tienen las grandes compañías sobre los productores pequeños?

¿Qué tienen que hacer los agricultores pequeños para tener naranjas de esas variedades por las que se puede pagar más por kilo? Gastarse mucho dinero, pagar a las multinacionales los royalties para implantar esas naranjas en el árbol, entonces intentan sobrevivir y es la paradoja de Domingo de tener su propia patente, pero es tan difícil hacerle frente a un Goliat tan enorme que son las empresas de industria alimentaria. Creo que sería interesante que no estuviéramos comprando productos que están patentados porque estamos contribuyendo a destruir el trabajo de los pequeños agricultores que ya no pueden vivir de lo que producen porque no tienen dinero para invertir en esas variedades que están enriqueciendo a esas multinacionales que las han diseñado en laboratorios. Es evidente que tenemos unas vidas muy estresantes pero como consumidores tenemos una responsabilidad de mirar quien hay detrás de eso y leer la etiqueta además del precio.

¿Cómo llegó al protagonista de la historia?

Soy de la Huerta Sur, de un pueblo que se llama Albal muy cerca de València pero mi pareja es de Les Alqueries y Domingo es su primo, cuando iba a casa de mis suegros a comerme la típica paella de los domingos y llegaba él y empezaba a hablar con ellos de naranjas me quedaba fascinada, porque para ellos es un contexto muy normal porque casi todas las familias tienen huertos y llevan décadas dedicándose. Yo, siendo valenciana, y aunque siempre se ha sentido que la naranja es un símbolo, la mayoría no sabemos que hay detrás de esa fruta que nos representa, ni las personas ni la industria alimentaria que hay, ni el sistema de patentes e intermediarios que están acabando con el modo de vida de los agricultores, porque cada vez el alimento que comemos está en menos manos, en manos de gente muy poderosa y eso es muy peligroso. Cuando vi lo carismático que era Domingo y conocí que tenía una variedad secreta escondida en un árbol que quería patentar dije: aquí hay una película, y tenia ganas de hacer un documental con toques de humor, me venia explorar ese tono, no hay tantos documentales así, me inspiré en el griego «Los tomates escuchan a Wagner».

Humor en el cine

Acostumbrados a las reclamaciones de regantes, políticos y sindicatos para proteger el campo parece que este enfoque ahonda más en lo humano...

Con el humor se piensa de otra manera, si en algún momento se te escapa una sonrisa estás más relajado para reflexionar, contar historias que son muy dramáticas con un toque de humor no va en contra de la crítica ni de la reflexión, todo lo contrario, estamos más predispuestos a pensar de otra manera y además de disfrutar de la película ayuda a que estén mas abiertos a intentar enfrentar en positivo eso que está pasando que es dramático.

¿Y qué pasa con la falta de relevo generacional?

Domingo, que ya está pasando de los 45, es de los más jóvenes que quedan en Les Alqueries que se dedica a la agricultura, y no lo hace a tiempo completo, a pesar de que tiene un huerto en propiedad junto a sus hermanos, por la inestabilidad laboral, con lo que trabaja como obrero para sobrevivir. Muchos prefieren irse al azulejo, que también está en crisis. Es muy difícil dedicarse a la agricultura porque no hay un sueldo estable ya que dependen de muchos factores que no pueden controlar. El relevo está roto y los que más continúan son los recolectores o las mujeres en almacenes, porque está muy diferenciado por géneros la naranja, mientras los grandes empresarios que exportan a Europa y a todo el mundo tienen un estatus y ahí sí que hay relevo.

El campo se ha convertido más en una seña de identidad...

La gente mayor no se jubila nunca, a pesar de que están que no pueden ni caminar acuden al campo, a veces ni cubren pero su identidad está ligada exclusivamente a los huertos, es una parte cultural antropológica identitaria que está desapareciendo y se está perdiendo una sabiduría increíble porque normalmente se piensa que son personas incultas que no saben y el conocimiento que tienen es alucinante.

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