Pedro Solbes. El artífice del euro desde España y desde Europa

Antonio Mira-Perceval

En la hora del fallecimiento de Pedro Solbes se agolpan en mi mente muchos recuerdos y vivencias. En el plano personal, como amigo y en el plano político e institucional, como ciudadano. Y tengo que resaltar, como ciudadano, su gran esfuerzo en momentos difíciles de la economía española y el hecho de que, en sus 40 años de servicio público jamás “escurriera el bulto”, sino que se enfrentara a los problemas con rigor, trabajo e inteligencia, buscando siempre el entendimiento por encima de la confrontación.

Tras su etapa como ministro de Agricultura entre 1991 y 1993, este último año asumió la cartera de Hacienda en un momento de enormes dificultades ya que estábamos en recesión, pero lo acertado de sus políticas permitió que al año siguiente recuperáramos la senda del crecimiento económico y pudiéramos encarrilar la economía española para cumplir con los requisitos impuestos a los distintos países que quisieran entrar en el club del euro. Después, ya como Comisario Europeo de Economía, le tocó lidiar con el enorme esfuerzo logístico que significó pasar del euro como unidad de cuenta con efectos contables al euro de curso legal en monedas y billetes. Fue una operación que se saldó con gran éxito ya que en enero de 2002 doce países de la Unión comenzamos a usar el euro de forma cotidiana. Siempre hizo su trabajo sin estridencias y con discreción. Es una persona a la que los españoles -y los europeos en general- le debemos mucho en el fortalecimiento de las instituciones que todo país democrático precisa.

En lo personal, como me dijo él con motivo de mi sesenta cumpleaños, hemos sido amigos “tardíos”. Aunque los dos somos alicantinos y él vivió en la calle en la que yo vivo ahora, no empezamos a tratarnos hasta mediados los años noventa. Aunque había tenido algún esporádico contacto con él como ministro de Agricultura, nuestras relaciones se intensificaron en su etapa de ministro de Hacienda y la mía de Presiente de la diputación de Alicante. Probablemente el hecho de que Jordi Sevilla, su jefe de gabinete entonces, hubiera sido compañero de estudios mío en económicas facilitó nuestros contactos.

Después de 1993, primeras elecciones que el PSOE perdió en la provincia de Alicante, encaramos las de 1996 en un ambiente sombrío y sabiendo que arriesgábamos perder el gobierno de España. En esos momentos difíciles nos “devanábamos los sesos” pensando en aquellas cosas que podrían mejorar nuestras perspectivas electorales en la provincia de Alicante. En ese momento el PSOE no tenía una estructura provincial y los secretarios generales comarcales actuábamos como una especie de Consejo Político para abordar las cuestiones de interés común y, desde luego, el resultado de las elecciones en la provincia lo era. De acuerdo entre todos, y también con el impulso de Lerma, consideramos que Pedro Solbes podría darle un “plus” de credibilidad a nuestra candidatura encabezándola y le pedimos a Pepe Beviá, que había sido el cabeza de lista en elecciones precedentes, que hablara con Solbes para planteárselo.

Pedro, que no había querido concurrir a las elecciones de 1993, consciente de las dificultades por las que atravesábamos en esta ocasión, aceptó el reto. Algún alto cargo de la Administración Central de entonces, que ansiaba ese lugar, ni lo entendió ni nos lo ha perdonado, pero resulta evidente que fue un acierto. Fue entonces cuando conocí profundamente a Pedro Solbes y cuando trabamos amistad. En aquellas elecciones era yo el coordinador electoral de la provincia y le cedimos el apartamento de mis suegros, junto a mi casa, para que pudiera estar con su familia mientras se desarrollaba la precampaña y la campaña.

Fueron muchas las horas que pasamos juntos discutiendo estrategias, ideas o intervenciones concretas; muchas cenas y desayunos juntos, muchas sesiones junto a Ángel Pernías para hacer con él de “contrincante” frente a Pedro, que se empeñaba en dar conferencias en lugar de dar mítines. Allí descubrimos su socarronería “no me vais a cambiar… ¡no ha podido hacerlo Pilar en todos los años de casados!”. Visitamos muchos lugares de la provincia, asistimos a muchos actos públicos, a debates con los otros candidatos (Federico Trillo y Manolo Alcaraz), y hablamos con mucha gente… con lo que me quedo es con su trato cercano y afectuoso con quienes nos encontrábamos en los actos. Esa era su grandeza: su humildad. Tanto es así que mejoramos con respecto a 1993 en votos y escaños. Las encuestas nos deban tres diputados de los once en disputa por Alicante y acabamos sacando cinco. Recuerdo que en la noche electoral nos falló una de las mesas del muestreo especial y no podíamos dar una proyección fiable del resultado, aún así, había presión por comparecer ante los medios informativos. Salí a dar los resultados que daba nuestra proyección incompleta… dije que teníamos cuatro diputados y la periodista del diario INFORMACIÓN, Susana Abia, me preguntó si daba por buenos estos resultados. Con una sonrisa le dije que no: nuestro “gurú” electoral nos había garantizado que, con la participación que se había dado llegaríamos a cinco, que es lo que ocurrió.

Después de esas intensas semanas he seguido cultivando la amistad de Pedro Solbes y contando con sus buenos consejos, tanto en la crisis del PSPV a finales del siglo pasado, como después de que abandonara mi actividad política. Nos hemos visto en Alicante, en Madrid y en Bruselas donde podías pasear con él por sus calles sin la necesidad de una escolta que por aquellos tiempos era imprescindible en España

Tuvimos muchos encuentros aunque nuestra última cita, lamentablemente, no llegó a tener lugar por su enfermedad, que se lo ha llevado para dolor de su familia y amigos.

Gracias, Pedro por tu cariño y tu amistad.