Crónicas lucentinas

La primera, la última, la única

Adrià Rodríguez

Adrià Rodríguez / Héctor Fuentes

Mar Galindo

Mar Galindo

No me imagino cómo tienen el cuerpo los jugadores del HLA Alicante a unas horas del partido más decisivo de toda la temporada: ese a vida o muerte, ese que puede poner punto y final a la intensa andadura de este año o insuflar la esperanza de dar la sorpresa en estos playoffs alargando al máximo la serie en el Pedro Ferrándiz. Con un 2 - 0 en contra por parte de los favoritos al ascenso por la vía larga, la que concluirá en un par de semanas con la final a cuatro, los lucentinos necesitan una noche épica para decirle a los chicos de Gerard Encuentra lo de «not in my house». La afición lucentina está en modo playoff toda la semana, porque Alicante nunca se rinde. Y yo me pregunto cuál es el secreto para ganar a ICG Força Lleida, que tras once victorias consecutivas parece invencible. Y me acuerdo de mi amigo Alfonso Valcárcel, cura castrense en el Ejército del Aire, y de aquello que decía, parafraseando a las Misioneras de la Caridad: «celebra esta misa como si fuera la primera, como si fuera la última, como si fuera la única». No se me ocurre mejor lema para la cita de este viernes. Enfrentarse al partido con la misma ilusión que si fuera el primero de tu vida, con la misma pasión con que se juega el último, con la determinación y energía de disputar el único. Todo el baloncesto que Bercy, Balint, Harris o Davison han jugado y han soñado a lo largo de su carrera se concentrará en un encuentro único, en cuarenta minutos intensos e irrepetibles. No importa lo que Hook, Kostas, Gatell o Gudmundsson hicieran antes o lo que harán después Barro, Serrano, Ventura o Adrià. Solo vale lo que suceda en esos instantes sobre el parqué del Centro de Tecnificación, testigo, una noche más, de la espectacular remontada que empezó a gestarse tan pronto como el autobús partió del Barris Nord. Ganar o morir. El pasado quedó atrás, el futuro es incierto. Al Lucentum no le queda sino aferrarse a la vida en un encuentro que medirá su ambición, su sacrificio, su fe. Las gradas no fallarán. El pabellón volverá a ser una fiesta y en cada rincón resonarán los cánticos de la Kali Nord al ritmo de los bailes de Fogui. No quisiera yo estar en la piel de los árbitros el día en que el Pedro Ferrándiz vuelve a ser una olla a presión, un infierno a la altura de la batalla sin cuartel que se libra en la LEB Oro. No me imagino cómo tienen el cuerpo los jugadores y el staff técnico lucentino a estas alturas de la semana, pero sé que la partida que se disputa en esta fase de los playoffs en Alicante tendrá la misma emoción, la misma épica y el mismo corazón que si fuera la primera, la última, la única.