Personas sin hogar que viven en las calles de Alicante pueden cenar caliente y sentadas en el nuevo comedor social que se ha abierto en el convento de las Monjas de la Sangre, gracias a las Agustinas, que han cedido para este uso el refectorio y la cocina del recinto.

Las religiosas, que se encargan desde 2019 de la protección de la Santa Faz en el monasterio donde se custodia, cedieron hace dos años una parte del convento que la orden ocupó durante cuatro siglos en el Casco Antiguo para la atención a sintecho y desde entonces se les entregaba el menú caliente, que se lo llevaban para consumirlo en el exterior, pero ahora se ha habilitado un comedor donde los más pobres podrán sentarse a la mesa.

Este espacio social dará servicio de lunes a viernes entre las 19.30 y las 20.30 horas de momento en un único turno de cenas aunque en función de la demanda y del número de voluntarios con que se pueda contar se ampliará a un segundo turno. De esta acción se encarga la Asociación para el Desarrollo Sociosanitario Tabarca.

Menús diarios

Su coordinadora, Mar García, explica que hasta ahora se calentaban los táper con la comida donada por Alicante Gastronómica Solidaria (unos 150 menús diarios) y los sintecho se la llevaban en bolsas, en un procedimiento que tenía que ver con las medidas de aislamiento por el covid "y porque no teníamos sitio suficiente en la zona del convento para que la gente se sentara y pudiera comer. Era materialmente imposible porque venían unas 120 personas a diario de lunes a viernes". Las entidades sociales calculan que en Alicante hay entre 300 y 400 personas viviendo en la calle.

Ahora las monjas han cedido una nueva zona del convento para uso social, lo que era su refectorio, sala destinada a comedor para los monjes y monjas en monasterios y conventos, con la cocina. "Continuaremos con los menús de Alicante Gastronómica pero en lugar de que se lo lleven, les calentaremos la comida en ollas en la cocina, les daremos caldo y café, fruta y verdura, y y ellos se sentarán en las mesas". Un comedor que los voluntarios han habilitado para este fin y que atenderán unas ocho personas por turno como mínimo, al que se accederá por uno de los más bellos rincones del convento, el claustro.

El espacio lleva el nombre de Centro de Atención a Personas sin Hogar San Agustín (Casa), en agradecimiento a las Monjas Agustinas Canónigas Regulares Lateranenses que han cedido parte de su antiguo hogar. Este proyecto de la asociación Tabarca pretende dar cobertura a las situaciones de exclusión social en aumento a causa de la emergencia sanitaria y la económica posterior. La entidad desarrolla también un programa de cuidados paliativos.

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Entrega de alimentos en el convento de las Monjas de la Sangre RAFA ARJONES

Atención médica

Además de poder cenar sentados a la mesa, se mantendrá la prestación de atención médica con un especialista que pasa consulta una vez a la semana a quienes viven en la calle, que además reciben primeras curas a cargo de una enfermera. También se da asistencia social y jurídica a cargo de un trabajador social y de una abogada para ayudarles con los trámites para conseguir la tarjeta sanitaria, los permisos de residencia, empadronamientos o prestaciones sociales. La iniciativa es posible por la colaboración de distintas empresas y es atendida por voluntarios.

La coordinadora del proyecto conoce bien esta realidad puesto que durante siete años dirigió un equipo de calle de Cáritas que sale los viernes a repartir bocadillos. Sin embargo, consideraban que los sintecho también necesitan comida caliente de ahí la iniciativa que tuvieron en plena pandemia de pedir a las monjas Agustinas una parte del convento para el reparto de alimentos y el resto de atenciones, con la intención de crear un comedor donde puedan estar sentados, que es el que se ha inaugurado este lunes.

Hasta ahora, los sintecho se llevaban a los cajeros o a los parques su cena, que consiste en primer plato, segundo y postre. "Cualitativamente, el tener un comedor social no tiene color. Están sentados, podemos hablar con ellos tranquilamente durante una hora, nada que ver con darles una bolsita", explica Mar García, que lamenta las quejas vecinales que ha generado la presencia de las personas de la calle a las puertas del convento pese a que cuando terminaba el reparto y se marchaban los propios voluntarios baldeaban la calle. "La gente que viene a un comedor social lo hace porque no puede comer, tengan casa o no", señala.

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"Cualitativamente, el tener un comedor social no tiene color. Están sentados, podemos hablar con ellos tranquilamente durante una hora, nada que ver con darles una bolsita"

Mar García - Coordinadora del proyecto

La asociación agradece a las Monjas de la Sangre la cesión del nuevo espacio que permitirá cobijar durante la cena a los sintecho ahorrando esas quejas y a todas las entidades colaboradoras; y asegura que las personas que no puedan acceder quedarán cubiertas en sus necesidades por el reparto de calle que realizan distintas ong.