La Escuela de Pintura del Hort del Xocolater de la CAAM (Caja de Ahorros de Alicante y Murcia), de Elche, se puso en funcionamiento en el año 1975, permaneciendo activa hasta el año 2014. Cuatro décadas acercando la pintura a la ciudadanía. El hermoso proyecto pedagógico fue una feliz idea del encargado de Obras Sociales de la identidad bancaria, Jaime Brotóns Guardiola, que se llevó a cabo con el asesoramiento de los arquitectos y críticos de arte Tomás y Manuel Martínez Blasco. Inspirados en la escuela naturalista de Barbizon donde un grupo de pintores encabezados por Teodoro Rouseau se juntaban en el bosque de Fontainebleau para pintar al aire libre. Los primeros profesores de la Escuela fueron los pintores Sixto Marco (1916-2002), Albert Agulló (1931-2018) y Toni Coll (1942), de 59 años, 44 años y 33 años respectivamente. Sixto se haría cargo de los alumnos más aventajados y Coll del grupo de los niños.

Mi conocimiento de la Escuela fue en el archipiélago canario, donde tenía asentada mi residencia. Alberto Agulló me adjuntaba en una de sus cartas los impresos de matriculación para el primer curso lectivo, proporcionándome una de las alegrías más grandes de mi vida. Un par de años más tarde se me presentaba la oportunidad de entrar en la Escuela como docente del grupo de los niños. Yo tenía 28 años y mi hijo Sergio, 3. De pronto todo se confabulaba para la fascinación por el arte infantil. Tanto las expresiones de Sergio por las paredes de casa como los trabajos de los niños en el Hort asemejaban la estética más rabiosa de las vanguardias artísticas. ¿Cómo abordar la enseñanza del arte infantil? La búsqueda incesante de la mejor metodología trajo a mis manos el libro Desarrollo de la capacidad creadora, del psicólogo Víctor Lowenfeld. Una toma de contacto con la Psicología que me engancharía para siempre. Por lo pronto suprimiría el examen de entrada de los niños. «La Escuela de Pintura del Hort del Xocolater no es, pues, para estas edades -8 a 13 años-, una academia de rayas, tonos y matices decentes, sino un claro del bosque donde en cualquier momento puede aparecer King Kong, Pitufina, Picasso… o Miguel (el jardinero) venga de mentar a las madres, porque el césped se seca a rodales…¡y tiene que ser del aguarrás que tira el nene!», (Catálogo “Escuela de Pintura ‘Hort del Xocolater’”, diseñado para exposiciones itinerantes).

Imágenes facilitadas por Juan Llorens de cómo se desarrollaban las clases.

Una de las actuaciones más interesantes de la Escuela de Pintura del Hort del Xocolater eran las exposiciones itinerantes por los colegios de la ciudad con los trabajos del alumnado. Una estudiada selección de cuadros se colocaban en los pasillos de los centros educativos a la vista de todos. También, el delegado de Obras Sociales y el equipo docente acudíamos a los centros para dar charlas sobre el funcionamiento de la Escuela. Despejando las dudas y malentendidos para poder pintar. Comenzaba la desmitificación y la democratización del arte.

Uno de los proyectos más queridos de mi paso por la Escuela fueron los murales colaborativos: «Cada panel está realizado por tres o cuatro niños de idéntica edad: Ellos eligieron el tema a tratar; ellos se distribuyeron las tareas; ellos se consultaron y ayudaron en toda la realización. Ellos se criticaron duramente en pos del mejor resultado; ellos llegaron a enfadarse y pegarse empujones…Y a notar, también, cómo eso del ‘yo solo’, a veces, es ridículo comparado con lo que puede conseguirse ‘entre todos’». (Catálogo “Escuela de Pintura ‘Hort del Xocolater’”, publicado para exposiciones itinerantes). La intención era reivindicar el arte infantil en unos tableros de aglomerado disponibles tanto para las exposiciones didácticas como para decorar las paredes de las oficinas de la Caja de Ahorros. Los paneles deben estar guardados en los almacenes de la entidad patrocinadora.

Grupos de alumnos con sus trabajos. Información

En la actualidad, y por el simple paso del tiempo, esos tableros supondrán un documento extraordinario del contexto de aquellos tiempos y del pensamiento de aquellos niños, hombres y mujeres hoy. Será de la historia de la educación artística en Elche el que antes o después alguien rememore en una elocuente exposición aquella maravillosa Escuela de Pintura del Hort del Xocolater de la pedagogía social. Estos murales colectivos de que hablo, si todavía se conservan, serían unas piezas valiosísimas del arte relacional infantil y de un enorme significado para buena parte de la sociedad ilicitana que ahora tiene entre cuarenta y cincuenta años, alumnitos y alumnitas de aquella escuela mágica de pintura al aire libre. Continuará…