Se dice que la cremà no supone un fin de fiesta, sino que activa la cuenta atrás para las próximas Hogueras. Y así es: ya apenas quedan 359 días para la plantà de los próximos monumentos. Aún con la imagen del fuego purificador reduciendo a cenizas a los casi 200 monumentos plantados en Alicante, con una cremà espectacular en Florida Portazgo y una más que efímera en la plaza del Ayuntamiento, toca pensar, abrir un debate inaplazable. La Fiesta no puede seguir mirando hacia otro lado. Y el Ayuntamiento, tampoco.

Se debe reflexionar, y de verdad. Tomar decisiones a corto y medio plazo para garantizar la viabilidad de la Fiesta. Lo que hace años era importante, ahora ya es urgente. No se puede seguir conviviendo con un elefante en la misma habitación y aparentar normalidad. El futuro está en juego.

Tras las Hogueras del reencuentro, tal vez la edición más esperada en las muchas décadas de vida de la Fiesta, no debe haber excusa: se tiene que empezar a buscar soluciones a las muchas cuestiones que llevan tiempo sobre la mesa. Multitud son los debates que se deben abrir. Algunos pueden encontrar una solución inmediata y en otros será necesaria una reflexión más paciente. Pero la acción no se puede demorar más.

Las Hogueras son una celebración que, según datos oficiales, fomenta la convivencia de un millón de personas a diario por las calles de Alicante. Una cita fija en el calendario que se convierte en un negocio para muchos sectores (con la mirada fija en bares, restaurantes, hoteles, ocio nocturno…) a costa del trabajo desinteresado de unos pocos, de muy pocos comisionados, que asumen la organización de la fiestas oficiales de la ciudad. Menos de 10.000 personas, de un censo poblacional que ronda las 350.000 personas (sin contar los alicantinos residentes en el área metropolitana), pertenecen a alguna hoguera o barraca. Y un puñado de ellos, de manera altruista, forman parte del órgano gestor de una fiesta que mueve millones de euros. El Ayuntamiento, desde su atalaya, financia y concede los permisos. Y poco más.

Ambiente nocturno durante estas Hogueras MANUEL R. SALA

Una de las principales preocupaciones actuales en las Hogueras pasa por el censo de festeros. Tras dos años de cuotas irreales por la suspensión de las fiestas, los comisionados tendrán que volver a pasar por caja con normalidad. ¿Cuántos se quedarán por el camino? Nadie tiene la respuesta, pero la cifra preocupa, y mucho. Ser festero, con carné, no es barato. Se puede llegar a pagar hasta 1.000 euros al año por persona, una cantidad prohibitiva para muchos bolsillos, y más ahora con la inflación disparada. Mientras, son miles las personas que alquilan una mesa compartida en un barraca o en un racó por unos pocos cientos de euros para disfrutar de los días grandes con amigos o familiares. Pagan, disfrutan y adiós. Sin compromisos a lo largo del año. Cómo conseguir que parte de esas personas se unan a la familia festera es un reto al que cabe dar respuesta. Tal vez las comisiones también deban relajar el calendario de obligaciones para que ser un festero no condicione los días libres a lo largo de todo el año.

Otra cuestión en la que se debe trabajar, según las voces internas, es en involucrar a sectores económicos en la Fiesta, fijando el foco en aquellos que tanto se benefician de que ese millón de personas recorran las calles de Alicante durante los días grandes de las Hogueras. ¿Cómo es posible que tantos restaurantes, bares, locales de ocio y hoteles, sin olvidar a comercios, hagan cajas inalcanzables fuera de las interminables jornadas de fiesta y luego no colaboren ni en un mísero anuncio en el llibret de la comisión de turno? Muchos son los esfuerzos que se deben centrar en las personas con capacidad de cambiar las tendencias para que esa relación de “ida” también sea de “vuelta”.

Un día de estas Hogueras, en el entorno de Luceros David Revenga

Los monumentos, que siempre deben ser base de la Fiesta, son otra de esas cuestiones sobre las que la Federació, y sus asociaciones, deben reflexionar. Y el Ayuntamiento, también. La cantidad y la calidad de las obras genera interminables debates informales, que deben traspasar esa frontera para buscar soluciones reales. ¿Fusiones? ¿Nuevos baremos para las subvenciones? Este año, sin ir más lejos, había hogueras en Especial que no habrían conseguido premio en Primera. Este año, por no mirar a otros, había un tercio de los monumentos plantados en la categoría más baja, Sexta. Y este año, porque también debe incluirse en el debate, había una hoguera, la Oficial, por la que el Ayuntamiento pagó 100.000 euros y que guardaba importante distancia con la maqueta previa.

La burocracia creciente es otro asunto que preocupa, y cada vez más, a las comisiones, que se ven literalmente superadas en no pocas ocasiones. Y las consecuencias se vieron en la previa de las Hogueras, con permisos municipales concedidos sobre la bocina, tras modificaciones “in extremis”. ¿Cómo es posible que, tras dos años de parón, el toro estuviera a punto de pillar a tantos en la tramitación de los permisos para la plantà? Algo falló, y las miradas se fijan en el Ayuntamiento. Ese papeleo tampoco ayuda a la hora de organizar eventos para generar ingresos, como un simple almuerzo, según lamentan las hogueras. Unas exigencias que desbordan a comisiones, que admiten sentirse asfixiadas por la burocracia. ¿Y mientras, el Ayuntamiento, qué?

Un instante de la segunda jornada de la Ofrenda a la Patrona AXEL ALVAREZ

Tampoco es mucho más desahogada la situación que vive la propia Federació. No son pocas las voces que piden abrir el debate de que las Hogueras pasen a organizarse desde el Ayuntamiento, tal y como sucede en València con las Fallas, para que sea una administración, con sus enormes recursos, tanto humanos como económicos, la que asuma la responsabilidad, incluida sus derivadas legales, de gestionar las fiestas oficiales de la ciudad. Parece difícil que un Ayuntamiento, al margen de quién lo gobierne, acepte asumir esa carga, renunciando así a la comodidad actual, que se limita a subvencionar y conceder permisos a terceros.

De hecho, el Ayuntamiento también se aparta del foco cuando se habla de las mascletás de Luceros, un concurso en el que establece las exigencias (kilos, tiempos, potencia…) y elige a los pirotécnicos que lanzan e incluso el orden de aparición. Cuando se habla de pagar más para que los mejores acepten disparar en Alicante, se señala a la Federació de Fogueres, en base a un convenio de colaboración. Al margen de a quién debe apuntar el dedo, estas Hogueras han dejado constancia de la pasión de los alicantinos por la pólvora. Así que también se deberá hablar, en ese debate que urge abrir, de qué hacer para que la élite acuda a Luceros. Y que acepten el encargo para darlo todo, no como este junio, en un concurso muy desigual, en el que algunos fueron a ganar y otros a cubrir el expediente.

Es evidente que muchos son los asuntos que están sobre la mesa, que llevan años siendo importantes y que ahora son urgentes, por lo que se acaban las excusas para seguir mirando hacia otro lado. ¿Qué hacer para que el censo crezca en lugar de menguar, involucrando también a aquellos que se limitan a alquilar mesas en racós? ¿Cómo conseguir que los sectores que se benefician de la Fiesta reinviertan parte de esos beneficios en mantener con vida una cita anual que tanto esperan? ¿Qué pasa con lo que debe ser la esencia de las Hogueras, los monumentos? ¿Se deben fomentar las fusiones para evitar las desapariciones? ¿Cómo dar lustre a un concurso de mascletás venido a menos? ¿Debe asumir el Ayuntamiento la gestión de la Fiesta? Las respuestas deben empezar a llegar. Si tardan mucho más, puede que ya sea tarde.