Análisis: La orfandad del fracaso

El alcalde de Alicante, Luis Barcala, renuncia a aprobar el Presupuesto antes de las elecciones por la falta de apoyos - Deriva la responsabilidad en la oposición, tras promover una política de tierra quemada durante todo el mandato

El alcalde, Luis Barcala, abandona el Salón de Plenos tras una sesión plenaria reciente

El alcalde, Luis Barcala, abandona el Salón de Plenos tras una sesión plenaria reciente / Jose Navarro

C. Pascual

C. Pascual

No es habitual ver al alcalde de Alicante, Luis Barcala, tirar la toalla, aceptando una derrota en el Ayuntamiento. Cierto es que, hasta la fecha, no se ha enfrentado a grandes adversidades ya que el viento siempre le ha soplado a favor: desde la alfombra que le puso el tripartito de izquierdas para su labor de oposición, al voto de aquella tránsfuga de Podemos, Nerea Belmonte, que le cayó del cielo para acceder a la Alcaldía en franca minoría, pasando por Ciudadanos, el socio que le ha tocado tener durante este mandato, que por lo general se ha conformado con tener nómina y acceso VIP a los actos sociales y sin olvidar a su aliado, Vox, que le ha desbloqueado proyectos clave sin exigencias inasumibles para este PP.

Esta semana, el regidor ha admitido que llegar a las elecciones de mayo con el Presupuesto aprobado sería algo así como una quimera. No dan los números. Y lo ha dicho, obviamente, disparando contra la oposición (desde la izquierda a la ultraderecha), a la que ha criticado por no facilitar la aprobación de las cuentas. Por hacer política con el documento más político que pueda manejar cualquier administración. 

Así, mientras que al éxito le salen muchos padres y el fracaso se queda huérfano, Barcala, en el fondo, debería ser consciente de que este revés político, una derrota de esas a las que no ha estado acostumbrado, solo tiene un responsable, por mucho que busque compartir la mochila de que el Ayuntamiento tenga que renunciar a aprobar el Presupuesto, un escenario que no se recuerda en Alicante, y eso que la ciudad ha vivido de todo en estos últimos años.

Ese intento de compartir la culpa, o incluso de desviarla totalmente a la oposición, tendría base si Barcala durante este mandato (en minoría) hubiera sido generoso con el resto de la Corporación. Pero no lo ha sido. Todo lo contrario. Ha demostrado que no le gusta el diálogo, que huye de tejer alianzas, que se siente más cómodo construyendo muros que diseñando puentes. Con la izquierda, donde hay sensibilidades diversas y caracteres aún más variados, no ha tenido ni un gesto. Con ninguno. De hecho, con el Presupuesto, la "negociación", si así se puede calificar, en la que Barcala se ha puesto de perfil, se ha impulsado cuando el documento ya estaba prácticamente cerrado, cuando ya solo cabían ajustes estéticos. Tampoco ha aceptado llevarlo al Consejo Social de la Ciudad, lo que en la práctica no deja de ser un guiño, aunque simbólico, ni abrirlo a la participación ciudadana. Ha hecho lo habitual: intentar pasar el rodillo y esperar que Vox le salvara, de nuevo. 

Y es que el bipartito (del PP con Cs) ha vivido de espaldas a los alicantinos, sin fomentar el diálogo ni que los vecinos se involucren con el desarrollo de su ciudad. Tanto que han sido constantes las rectificaciones ("in crescendo" con la proximidad a las elecciones) de proyectos que, una vez ya aprobados, no gustaban a quienes tenían que convivir con ellos. Desde la avenida Aguilera a la zona azul en Carolinas, pasando por la glorieta de Plaza América y más recientemente el mapa de líneas del autobús urbano, que todo apunta a que sufrirá modificaciones unas semanas después de ponerse en marcha tras años de trámites.

Ahora, cuando la cuenta atrás ya está activada para la cita con las urnas, después de casi cuatro años en el anonimato, Ciudadanos quiere recuperar el tiempo perdido. Algo físicamente, imposible y políticamente, más que inviable. El alcaldable de la formación naranja y concejal de Urbanismo, Adrián Santos Pérez, pretende aprobar el examen estudiando la última noche, por él y por sus compañeros. Con el propósito de ganar una visibilidad a la que su formación ha renunciado durante todo el mandato, Pérez se ha ofrecido a mediar para desbloquear el Presupuesto, aunque en el fondo el movimiento se ha interpretado como un intento de ganar espacio político. 

De su estrategia se habló este viernes en una comisión municipal. Y las palabras de Barcala, en esa fase de una conversación a puerta cerrada, no pasaron inadvertidas. "Después de tres años y medio sin hacer nada -vino a decir- entiendo que haya alguno que ahora quiera sacar cabeza a tres meses de elecciones". La mayoría dirigió la acusación al alcaldable de Cs. No se sabe qué pensó la vicealcaldesa, Mari Carmen Sánchez (por ahora de Cs), más centrada en exprimir al máximo los viajes de promoción como responsable del Patronato de Turismo.

Lógico. A menos de cien días para las elecciones, es inevitable pensar en el día siguiente. Barcala, convencido de que seguirá como alcalde (las encuestas que difunde mantienen los equilibrios actuales entre los bloques, con entre doce y trece ediles para el PP), ha pospuesto para entonces la aprobación del Presupuesto. Vox, pensando en ser la llave para ese próximo gobierno, ha relegado al actual portavoz y candidato en las anteriores municipales, Mario Ortolá, para colocar como "número uno" a Carmen Robledillo, una desconocida en la arena política, abogada, festera y casada con un oficial de la Policía Nacional, un dato más que relevante para los ultras -dan por hecho que tienen ahí un buen nicho de votos- ya que lo incluyeron en su "carta de presentación". 

En el frente progresista no hay novedades, lo que es noticia. La izquierda a la izquierda del PSOE sigue viendo el tiempo pasar, como si nada fuera con ellos, sin decidir la fórmula con la que irán a las elecciones. Todavía sigue abierta la puerta a un pacto a tres bandas (Compromís, Podemos y EU), aunque todo apunta a que habrá un acuerdo a dos y una formación concurriendo en solitario. Las primarias de la coalición valencianista, esa guerra civil que ha dejado a Natxo Bellido fuera de todas las listas, ha sido la última excusa para no agilizar las conversaciones. Dicen que en máximo un mes habrá una decisión. O no. 

Antes, en una semana, el PSOE debe tener su candidatura municipal. Y la cercanía a esa fecha, que no tiene por qué ser decisiva porque la lista se puede ajustar posteriormente en València (con la connivencia de Puig) y en Madrid (de Sánchez), se nota. Los nervios crecen; los codazos, también. Al igual que la distancia entre Ángel Franco, más inquieto de lo habitual por la falta de control, y Ana Barceló, que anhela rodearse de gente válida, con la idea además de convencer a un independiente para ser "número dos".

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