Una experiencia para revivir el seísmo de 1829 que asoló la Vega Baja
Almoradí abre el Museo del Terremoto, un viaje en el tiempo que rememora un acontecimiento fatídico en la comarca y que pone en valor su reconstrucción

Así es el Museo del Terremoto en Almoradí / vega-baja.com
Una comarca que mira bajo sus pies y hacia el cielo, históricamente marcada por terremotos y riadas. El temblor de la tierra es, junto con las lluvias torrenciales y un río enfurecido, el mayor temor en la Vega Baja, en una zona geológicamente activa por la colisión entre la placa euroasiática y la africana. Se producen decenas de seísmos cada año, aunque muchos son tan leves que apenas se sienten y otros se notan lo suficiente como para que el miedo entre en el cuerpo.
El del 21 de marzo de 1829, con epicentro en Torrevieja, que dejó casi un millar de fallecidos, miles de casas destruidas, numerosa población afectada, heridos, damnificados y huérfanos en toda la comarca, se quedó en la memoria colectiva.
Almoradí, que lo recuerda desde aquella fecha con una rogativa a San Emigdio -santo protector contra los terremotos-, cuenta desde ahora con el Museo del Terremoto, que propone un viaje en el tiempo que hace que el visitante se sienta parte del acontecimiento más transformador de toda la Vega Baja, retrocediendo hasta las 18.15 horas de aquel día a través de una experiencia inmersiva en la que se puede percibir el movimiento y hasta los olores.
Instalado en una vivienda de la calle de La Reina, número 33, que es una de las pocas que aún se mantienen en pie de la reconstrucción posterior al terremoto con más de un siglo de antigüedad.
El museo está en una vivienda de la calle de La Reina, una de las pocas que aún se mantienen en pie de la reconstrucción posterior
La rehabilitación ha permitido, además, consolidar el edificio, que mantiene la distribución y elementos arquitectónicos originales, con lo que aumenta el realismo. Porque el museo también pretende rendir homenaje al ingeniero José Agustín de Larramendi y al obispo Félix Herrero, figuras claves en la reconstrucción de Almoradí para descubrir cómo fue el resurgir de un pueblo nuevo.
De hecho, abrirá sus puertas el 6 de junio -el viernes-, coincidiendo con la fecha de la firma de los planos de nuevas poblaciones realizados por el ingeniero.

Almoradí adquiere la primera vivienda social de Es / TONY SEVILLA
El museo, que ofrece audiovisuales y recreaciones interactivas, tiene también un carácter educativo, uniendo memoria, patrimonio, historia y tecnología. El visitante puede, en una primera parte y de manera previa a la visita al museo, utilizar su propio teléfono móvil para sentirse partícipe a través de los testimonios de quienes lo vivieron en primera persona, activando unos códigos QR repartidos estratégicamente por la plaza de la Constitución.
En total, seis vídeos, de unos tres minutos de duración, en los que diferentes actores dan vida a quienes ayudaron a superar la tragedia y a reconstruir los municipios afectados, con testimonios documentados. El último, el de la viuda que recibió la vivienda que ahora es el propio museo, se activa a las puertas de este innovador espacio expositivo.
A la hora señalada, se accede con un código QR al propio recorrido por el inmueble, con una duración de 40 minutos. Las visitas, que tienen un aforo limitado a seis personas por pase, solo pueden realizarse con reserva previa desde la web de Turismo Almoradí, donde se publicarán todos los detalles en los próximos días.
En suma, una oportunidad para revivir el impacto de un seísmo de magnitud 6,6 que destruyó la mayor parte de los asentamientos urbanos más notables de la zona, dejando Torrevieja, Guardamar del Segura, Almoradí y Benejúzar reducidas a escombros, y conectar con la vida cotidiana de sus habitantes.
Visita institucional
Como la que han tenido el concejal de Turismo y Patrimonio, José Antonio Latorre; la alcaldesa del municipio, María Gómez; el presidente de la Diputación de Alicante, Toni Pérez, y la vicepresidenta, Ana Serna, que visitaron este martes el nuevo Museo del Terremoto. El Ayuntamiento pagó 46.000 euros en 2018 por la vivienda que lo alberga, mientras que la institución provincial ha invertido en la rehabilitación un total de 216.000 euros, a través del Plan de Ayudas para la Rehabilitación del Patrimonio Arquitectónico Histórico Municipal.
"Este centro pone en valor la reconstrucción de los pueblos más afectados por aquel terrible seísmo, al tiempo que contribuye a crear una conciencia de orgullo colectivo por contar con una historia que marcó el devenir del territorio", apuntó Pérez, que también puso en valor la "resiliencia" y "capacidad de reconstrucción y el resurgir" de Almoradí, "un municipio que tanto aporta al conjunto de la provincia". Un espacio "atractivo y sorprendente" que es único en España, concluyó Pérez.
En palabras de la regidora, se trata de un proyecto que pretende, además, ser un instrumento educativo para la prevención de riesgos naturales, tan vinculados históricamente a la comarca.
La reconstrucción
El primer ingeniero de caminos español, José Agustín de Larramendi (1769-1848), fue designado para estudiar in situ el alcance de los daños y desarrollar el plan director de reconstrucción de los municipios asolados. Pero fue más allá estableciendo un orden de preferencias a la hora de conceder un techo a cada persona. Este sistema de reparto justo situaba en primer lugar a las viudas y pobres, por detrás iban las familias con los recursos suficientes como para construir inmuebles con ayuda y por último las personas adineradas a las que solo se les cedieron las parcelas.
De hecho, la reconstrucción de Almoradí fue el ensayo de lo que en un futuro serían las viviendas sociales. Las construcciones destacaban por su escasa altura y por la fortaleza de sus muros interiores. Pocas veces se había levantado un pueblo de nuevo, al mismo tiempo que se diseñaba para que no volviera a perecer ante un nuevo terremoto.
Además, daban cuenta de que la comarca era un territorio meramente agrícola, ya que tenían un patio trasero con espacios para corrales y las puertas tenían doble hoja para que pudieran entrar los animales hasta el fondo.
El nuevo trazado urbanístico de la reedificación de estos lugares -y en particular de Almoradí- define una rejilla de calles octogonales que establecen manzanas rectangulares. Las proporciones y relaciones de estos elementos -anchura de calles, altura de vivienda, profundidad edificable- describen las estrategias de arquitectura antisísmica desarrolladas por Larramendi para evitar, en el caso de seísmos futuros, las pérdidas, al menos, de carácter humano.
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